No
todos los políticos son corruptos. Ni tampoco todos gestionan mal. Como
tampoco todos los gestores de las cajas de ahorros hundidas son
ineptos. Generalizar es peligroso y demagogia pura. Por eso, es más
acertado apuntar a una parte de la clase política como responsable de
los males que asfixian España, en connivencia con una parte de la clase
empresarial y ante la pasividad de la Justicia. España se ha hundido
por muchos factores, pero el principal ha sido la espiral de
corrupción, un cáncer que se ha extendido por buena parte de la
sociedad con origen en la política. Ahora es el momento de extirpar ese
tumor.
España pasó del aislamiento internacional de la dictadura
a su integración en la Unión Europea. Transformó la miseria y la
pobreza del franquismo en riqueza propiciada por la construcción de una
nación en libertad. Estaba todo por hacer y se inventaron las
Comunidades Autónomas y sus parlamentos autonómicos, se desarrollaron
las diputaciones y los ayuntamientos.
La eclosión democrática
contagió de ilusión a los españoles. Llegó el Mundial de Fútbol. Los
Juegos Olímpicos. La Expo de Sevilla. Europa nos abrió sus puertas de
par en par. La panacea. Estábamos salvados. Pronto nos regaron de
millones y millones de euros -cuando lo inventaron para afianzar el
mercado común europeo-, porque Europa nos consideraba, junto a Grecia o
Portugal, uno de los países más pobres y necesitados. Hicimos autovías,
autopistas y aeropuertos. Ayudamos a los agricultores. Construimos
edificios de todo tipo. España crecía gracias a Europa. Podíamos viajar
sin pasar por las molestas aduanas. No hablábamos -ni hablamos- inglés,
ni alemán, ni francés, pero ¡por fin éramos europeos!
En plena
efervescencia de construcción democrática, la generación del baby boom
nos dedicamos a estudiar y formarnos, pensando que España absorbería
miles y miles de licenciados universitarios. Hasta que la democracia se
quedó sólo en eso: construcción. Literal.
¿Cuándo llegó a
suceder? No lo sé. Pero lo cierto es que hubo un momento en que los que
manejan el dinero, los especuladores, los poderosos, decidieron apostar
todas sus cartas a la construcción y el urbanismo para enriquecerse. En
connivencia con la clase política, que consintió y apoyó en muchos
casos los desmanes que se fueron cometiendo. La construcción desmedida
que daba tan buenos y rápidos beneficios, en forma de comisiones
ilegales, o en forma de limosnas oficiales con envoltura legal de
impuestos. Fueron tiempos de locura y desenfreno urbanístico que
aprovecharon los ayuntamientos para hinchar sus presupuestos y, como
consecuencia, inflar artificial e irresponsablemente sus plantillas.
Con el apoyo de administraciones superiores, controladas por los mismos
partidos que gobernaban en los Consistorios, pues al fin y al cabo, el
dinero del urbanismo sin control iba a la misma saca. Unos se
aprovecharon más que otros, porque es justo reconocer que muchos
alcaldes y responsables públicos son decentes y han puesto el interés
general muy por encima de intereses espúreos.
En esta bola
especulativa -que se reivindicaba mundialmente como el 'milagro
español'-, sucaron todos, en especial las administraciones públicas,
que encontraron una fuente espectacular de ingresos, pero también los
bancos. Tal era el crecimiento de la economía española, que las
entidades financieras también metieron la cuchara. Eclosionaron los
préstamos al por mayor. 250.000 euros para un adosado, mobiliario y
coche. Que me lo quitan de las manos, oiga. Y caímos como moscas.
¿Quién nos iba a decir a los españolitos que en pocos años estaríamos
sin piso, trabajo ni perspectivas de encontrarlo? Imposible. Éramos la
envidia del mundo. El milagro español se estudiaba en las facultades de
Economía. Vivíamos como dioses, con casa propia y dinero para salir y
viajar. Tenemos sol, playa y una gastronomía envidiables. Spain -zero
points- is different. ¡Che, el paraíso!
Mientras unos -los
políticos- se conformaban con la construcción como principal fuente
generadora de riqueza y otros -los bancos- nos hacían creer que éramos
ricos, la bola iba haciéndose más grande. Y más grande. Y más grande.
La economía la movía la construcción y quienes tenían la
responsabilidad de gobernar olvidaron apostar por otras opciones
competitivas en el mundo. No supieron ver -o, lo que es peor, si lo
vieron, no quisieron hacer nada- que se aproximaba una nueva revolución
de consecuencias imprevisibles: la globalización. Un mundo más
interrelacionado, donde sólo los países más competitivos pueden hacer
frente a la crisis, sin hundir lo conseguido en los últimos 30 años. En
España apostamos todas las cartas a la construcción -y un poco menos al
turismo- y explotó la burbuja inmobiliaria. Y con ella, llegó el
cataclismo.
Las cajas de ahorro, la envidia del mundo, eran
veneradas por su labor social, un envoltorio utilizado para repartir
canonjías y regalar dinero a los empresarios amigos del poder político
que las dominaba. Así entraron en una guerra por regalar más hipotecas
a precios artificiales para captar clientes que a la primera de cambio
no han podido seguir pagando por préstamos desorbitados. Y así se fue
incrementando la tasa de morosidad a niveles insostenibles. Las cajas
de ahorro se han hundido porque han sido los políticos quienes han
copado sus consejos de administración, sin formación y a las órdenes
del partido gobernante en cada momento en tal o cual Comunidad
Autónoma. Da igual: todas y todos han hecho lo mismo. Igual de mal.
Pésima gestión que ha llevado a la debacle a las entidades financieras
que nos tenían que dar préstamos a empresarios, autónomos y ciudadanos
y que, en lugar de cumplir con su función, han acabado por desaparecer
por su exposición al ladrillo, hasta el punto de atracar a un millón de
españoles a través del 'corralito' de las participaciones preferentes,
una estafa, un atraco.
Hemos ido creciendo sobre la base de una
falsa solvencia económica, alentada por políticos y banqueros para
enriquecerse en la marea especulativa que ha derivado en tsunami. El
mal ya está hecho. Y ahora toca reparar el gravísimo daño causado a
millones de personas. Es lo más urgente. Pero no lo es menos la
importancia de que quienes han hundido este país paguen penalmente y
con sus bienes. Porque es la convicción de que robar sale muy barato,
lo que ha hundido a este país y mientras la Justicia, que además de
ciega es injusta, no cumpla con su cometido, España no levantará
cabeza. Necesitamos creer en un estamento que condene -sin distinción
partidista- a quienes nos han metido en este agujero. Porque, de lo
contrario, la sociedad civil iniciará una revolución inspirada en
Islandia que limpie la clase política, banquera y quite la venda de los
ojos a la Justicia.
Analicemos la financiación de los partidos
políticos. Investiguemos cómo se aprueban los contratos en las
administraciones públicas. Qué trucos conocemos que existen para
bordear o incumplir la ley. Y también cómo ciertos técnicos, gracias a
su formación y conocimiento de las leyes, se corrompen y dominan
ayuntamientos. La sociedad sólo conoce la punta del iceberg.
Necesitamos respuestas y soluciones. Y una limpieza de toda la
corrupción en todos los estamentos. Caiga quien caiga. O lo hacen los
de arriba de manera ordenada, o lo harán los de abajo tomándose la
justicia por su propia mano.

PARA VOLVER A VER/LEER
- PROGRAMA ESPECIAL SOBRE HAITÍ CON IMÁGENES DE LA ZONA DEVASTADA...... COLUMNA DE LA IZQUIERDA
- PANORAMA DE LA SITUACIÓN DE LA TDT LOCAL EN LA COMUNITAT VALENCIANA: http://perevalenciano.blogspot.com/2010/01/el-fracaso-de-la-tdt-local-en-espana-el.html
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