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jueves, 28 de enero de 2010

¿Hasta cuándo Gran Hermano?


Gran Hermano ha muerto. Viva Gran Hermano.

Ha terminado la edición más larga y loca del 'reality' de 'realities' en España, el programa de la Mercedes Milá, un espacio que se mantiene en plena forma y que cuenta con el apoyo del público. La gran final de la undécima edición congregó a 4'5 millones de personas y un 30% de cuota de pantalla, cifras que, pese a la fragmentación de audiencias, son similares a las de años anteriores, lo que puede considerarse un éxito absoluto.

Una final que quizás fue lo más flojo de estos 5 meses de encierrro voluntario. ¿Para qué gastar mucho dinero en un solo programa con la que está cayendo -debió pensar Telecinco- si la audiencia iba a ser la misma? Resultó aburrida y sin factor sorpresa.

Gran Hermano ya no es lo que era, esto es, un programa presentado como un experimento sociológico en su primera edición. Tampoco alcanza aquellas cifras de vértigo con millones de personas enganchadas a diario a la vida en directo en las sobremesas, ni el 70% de cuota de pantalla de la primera gran final, pero sigue dándole muy buenos resultados a la tele de Fuencarral con cuotas de pantalla del 24-25% en la noche de los jueves, disparándose a más del 30 en el late night, así como liderando también esta franja del domingo con el gallinero moderado por Jordi González.

Nos podrá gustar más o menos, pero es increíble que después de 11 ediciones Gran Hermano siga arrastrando a tanta gente, a telespectadores de todos los perfiles, jóvenes y mayores, hombres y mujeres, de todas las clases sociales y culturales. El programa es lo que es. Pasado el efecto novedad de la primera y posiblemente de la segunda edición, se ha quedado exclusivamente en un espacio de entretenimiento, con los ingredientes que tanto gustan en general: dosis de amor, peleas, sexo y traiciones grabadas las 24 horas al día y retransmitidas después por esa maestra de la televisión que es la Milá. Elementos que en las circunstancias actuales de crisis económica, con la consiguiente depresión colectiva en la que está inmerso este país, sirven para evadirse un poco. El pan y circo de toda la vida. Bendito pan y circo, diría yo.

Esa es una de las claves del enorme éxito que mantiene el formato, por el que parece que no hayan pasado los años, a diferencia de otros 'realities' que aún se mantienen en antena, como OT o Supervivientes, por no hablar de los que no duraron más que una o unas pocas ediciones. Otra es la propia presentadora, Mercedes Milá, de la que estoy profesionalmente enamorado, sin la cual Gran Hermano ya no seguiría. Y, por último, están los guionistas, quienes han sabido darle una vuelta de tuerca para mantener el efecto sorpresa año tras año. Desde el punto de vista técnico, 'chapeau'.
Felicidades.

¿Hasta cuándo Gran Hermano? Hasta que quiera Mercedes Milá.