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lunes, 5 de noviembre de 2012

PERSONAL - Vecinas al borde de un ataque de nervios

13 Rue del Percebe, Aquí no hay quien viva o La que se avecina son tres buenos ejemplos de lo que puede dar de sí la convivencia vecinal en un piso, bloque de viviendas o apartamentos. Pero a veces la realidad supera la ficción.

Así es como encontramos una variada fauna de marujas, maltratadores, donnadies, machistas, chulitos, cocainómanos y guarras y guarros en el concepto etimológico sinónimo de cerdas y cerdos, cochinas y cochinos y poco amigos del medio ambiente. Vamos, que les importa un carajo dónde meen y caguen sus perros, en general muy pequeños, pero que son los peores en cuanto a 'pisarrás' y mierdas más propias de caballos.

En un vecindario de pueblo que se precie no faltan personajes que entrarían por la puerta grande en la serie que triunfa en Telecinco o en la secuela de Mujeres al borde de un ataque de nervios, a saber, una señora envejecida por una depresión crónica que no le impide ser la reina del cotilleo; un gallito machista y homófobo con un hijo ídem, al que le sale un hijo gay, como marcan los cánones en familias sexualmente opresoras; una vecina lenguaraz que ha visto ovnis y un marido que parece haber salido de uno de ellos, pareja simpática que arrasaría en la serie de José Luis Moreno, o también en las Matrimoniadas, aunque también tiene hueco en Cuarto Milenio, para comentar con Íker las últimas tendencias extraterrestres; el matrimonio del Opus cuya mujer no te saluda porque así se lo dicta su santo coño, envuelto en telarañas y prejuicios sexuales; la loca de toda la vida y más aún desde que el marido la abandonó harto de sus ataques histéricos; el maltratador en forma de gritos continuos con hija lesbiana por salir del armario; los vecinos de la República Dominicana -por decir algo- que bailan salsa hasta el amanecer cuando reciben visita de compatriotas; y, por supuesto, no falla el grupo de amargadas, que se dedican a denunciar hasta la mosca que hace ruido a partir de las 10 de la noche, pero olvidan que sus perros no debería cagar en los parques donde juegan los niños ni instalar aparatos de aire acondicionado en zonas contrarias a la ley, esa ley que acaban conociendo mejor que los que la hacen, cuando se trata de joder al propietario del garaje con quienes mantienen un litigio desde los tiempos remotos en que todavía sonreían a la vida.

Con lo fácil es que respetar al vecino de al lado, uno se dedica a desear al vecino del quinto... que se caiga por la escalera.

Alberto Caballero, llámame y te paso la dirección.